Un jesuita alemán llamado Athanasius Kircher estaba desarrollando en Roma un invento que permitió a los misioneros de la época mostrar su mensaje de un modo que todos pudieran comprender: la Linterna Mágica.
Se trataba de un objeto capaz de proyectar y ampliar dibujos y pinturas como en las antiguas diapositivas. Tenía una ventaja muy importante que ayudó a su difusión: era fácil de transportar.