El último viaje del Papa Francisco a Hungría ha sido un claro ejemplo de cómo se reducen y simplifican los mensajes que envía a los fieles. Para algunos medios informativos, lo único destacable de estos días ha sido la llamada del pontífice a acoger inmigrantes, al margen de raza, religión o cultura. Es cierto, pero es absolutamente reductivo.
El problema es que se oculta o se minimiza el agradecimiento del Papa a la acogida a miles de refugiados de Ucrania o la fidelidad del pueblo húngaro en los años de persecución comunista.
Y apenas se ha dado relieve a su crítica a la ideología ‘gender’ y al aborto, con términos muy duros en su primer discurso en el país.