Para EE.UU. la libertad religiosa global es un “imperativo moral y de seguridad nacional” y por eso se compromete a “respetar y promover esta libertad”.
Según el decreto EE.UU. prevendrá y responderá a ataques a la libertad religiosa, pedirá cuentas a los autores de estos actos y mejorará la seguridad de lugares de culto en todo el mundo. Además, EE.UU. destinará cada año 50 millones de dólares a programas que promuevan la libertad de culto, sin importar la afiliación religiosa.