El papa al acercarse a la Cruz que estaba en el altar, se postró en el suelo para rezar en señal de humildad y adoración.
El predicador de la Casa Pontificia, el fraile capuchino Raniero Cantalamessa, pronunció la homilía. Reflexionó sobre la figura de Judas Iscariote y dijo que, como en la época de Jesús, el dinero sigue siendo el "ídolo por antonomasia”.