Los Papas una vez elegidos deben asimilar muchas costumbres propias del importante cargo que desde ese momento deben asumir. Pero a la vez mantienen aficiones personales que dan una identidad propia a su pontificado. Era conocida la afición de Juan Pablo II a la montaña y el amor de Benedicto XVI por la música. Francisco es un apasionado del fútbol y del deporte.