En el siglo XVI, en Jerusalén, se iba consolidando la costumbre de recorrer la llamada Vía Dolorosa o las Estaciones de la Cruz.
En 1686 el papa Inocencio XI aprobó que en las iglesias católicas se pudieran colocar esas estaciones para que aquellos que no pudieran viajar a Tierra Santa de alguna forma pudieran rememorar la Pasión de Cristo. Más de tres décadas después el papa Clemente XII estableció que las estaciones del Vía Crucis fueran 14.