El Santo Padre agradece a la Comunión internacional anglicano-católica por haber "trabajado con dedicación" en los últimos cincuenta años "en la superación de diversos obstáculos que se interponen en el camino de la unidad", y por haber reconocido que la comunión que une a anglicanos y católicos "se basa en la fe en Dios nuestro Padre, en nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo", en el bautismo común en Cristo, "en el compartir las Sagradas Escrituras, el Credo de los Apóstoles" y el Credo Niceno-Constantinopolitano" y también "en la fórmula de Calcedonia", la "enseñanza de los Padres" y la "herencia cristiana común de muchos siglos".