De Javier Sartorius se dice que era un San Agustín moderno. Antes de su conversión pasó por una juventud desenfrenada y confusa entre fiestas, droga y sexo. En América entró en contacto con los más desfavorecidos. El impacto que le produjo causó una revolución interior. Decide dejarlo todo y dejar sus riquezas allí para irse de misionero al tercer mundo. Hace un recorrido con los pobres y allí entra en su interior con un deseo de santidad y se va a vivir una vida en un monasterio para poder descansar y para poder entregarse al Señor en esa forma de vida. Javier falleció en dicho monasterio en 2006 a causa de una enfermedad. Tenía poco más de 40 años.