La segunda edición del proyecto Scholas acaba de cerrar un encuentro que, en el contexto actual, suena casi imposible: sentar en la misma mesa a jóvenes de Israel y Palestina. No para debatir quién tiene razón. Sino para mirarse. Escucharse. Y empezar a reconstruir lo que la guerra rompe todos los días: la idea de que el otro es humano.