Durante la celebración del 31 de octubre, en la Capilla de San Sebastián de la Basílica de San Pedro, donde está sepultado el Beato Juan Pablo II, el Papa Francisco habló en su homilía del amor de Cristo y de la tristeza que Jesús expresó por Jerusalén, a partir de las lecturas del día, tomadas de San Pablo y del Evangelio. El cristiano siente que su vida ha sido salvada por la sangre de Cristo. No hay que vivir este amor a medias, como sucede en Jerusalén, una ciudad que no es fiel. Y también nosotros, notó Francisco, debemos preguntarnos si nos parecemos más al cristiano descrito por San Pablo, que es fiel, o a Jerusalén, tibia hacia Dios.