El Papa presidió la santa misa en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y 57ª Jornada Mundial de la Paz en la Basílica de San Pedro. En su homilía, invitó a los fieles a consagrarse a la Santísima Virgen y deseó que el nuevo año "esté lleno de la consolación del Señor; que este año esté colmado de la ternura materna de María, la Santa Madre de Dios".
El Papa Francisco comenzó su primera homilía del Año del Señor 2024, en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, con una explicación sobre el significado de la expresión “plenitud del tiempo”, presente en la Carta de San Pablo a los Gálatas: “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer”.
Ante unos 7000 fieles reunidos en la Basílica de San Pedro en la 57ª Jornada Mundial de la Paz, el Pontífice comentó que antiguamente, el tiempo se medía vaciando y llenando unas ánforas; cuando estaban vacías comenzaba un nuevo periodo de tiempo, que terminaba cuando estaban llenas.
“Esa es la plenitud del tiempo: cuando el ánfora de la historia está colmada, la gracia divina desborda; así pues, Dios se hace hombre y lo hace en el signo de una mujer, María”.
Ella es el camino elegido por Dios, prosiguió, ella es el punto de llegada de tantas personas y generaciones que, ‘gota a gota’ han preparado la venida del Señor al mundo. De este modo, la Madre está en el centro del tiempo. Dios se ha complacido de dar un giro a la historia por medio de María, la mujer. Con esta palabra la Escritura nos remite a los orígenes, al Génesis, y nos sugiere que la Madre con el Niño marca una nueva creación, un nuevo comienzo. Por tanto, al principio del tiempo de la salvación está la Madre de Dios, la Santa Madre de Dios, nuestra Madre santa”.
El Papa observó que es hermoso que el año comience invocándola:
“Es hermoso que el Pueblo fiel, como antaño en Éfeso –eran valientes aquellos cristianos-…, proclame con alegría a la Santa Madre de Dios. Las palabras Madre de Dios expresan, en efecto, la alegre certeza de que el Señor, tierno Niño en brazos de su mamá, se ha unido para siempre a nuestra humanidad, hasta el punto de que esta ya no es sólo nuestra, sino también suya. Madre de Dios: son pocas palabras para confesar la alianza eterna del Señor con nosotros. Madre de Dios: es un dogma de fe, pero es también un “dogma de esperanza”; Dios en el hombre y el hombre en Dios, para siempre”.
El Papa enfatizó que en la plenitud del tiempo el Padre envió a su Hijo nacido de mujer; pero el texto de san Pablo agrega un segundo envío: «Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Ga 4,6).
“Y también en el envío del Espíritu la Madre es protagonista: el Espíritu Santo desciende sobre ella en la Anunciación (cf. Lc 1,35), después en los inicios de la Iglesia desciende sobre los Apóstoles reunidos en oración con «María, la madre» (Hch 1,14). De esta manera, la acogida de María nos ha traído los dones más grandes; ella ha «hecho hermano nuestro al Señor de la majestad» (Tomás de Celano, Vida segunda, CL, 198: FF 786) y ha permitido que el Espíritu clame en nuestros corazones: “¡Abba!, ¡Papá!”.
El Sucesor de Pedro afirmó que “la maternidad de María es el camino para encontrar la ternura paterna de Dios, el camino más cercano, más directo, más fácil”. Enseguida, como hizo en otras intervenciones públicas de su Pontificado, Francisco se apartó del texto preparado para pedir:
“No lo olvidemos: la maternidad de María es el camino para encontrar la ternura paterna de Dios, el camino más cercano, más directo, más fácil, con esto que es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura”.
“La Madre, en efecto, nos conduce al principio y al corazón de la fe, que no se trata de una teoría o de un compromiso, sino de un don inmenso, que nos hace hijos amados, moradas del amor del Padre”, continuó. Por este motivo, “acoger a la Madre en la propia vida no es una elección devota, sino una exigencia de la fe: «Si queremos ser cristianos, debemos ser marianos», es decir, hijos de María (S. Pablo VI, Homilía en Cagliari, 24 abril 1970).
Bergoglio insistió que “la Iglesia necesita de María para redescubrir su propio rostro femenino, para asemejarse más a ella que, como mujer, Virgen y Madre, representa su modelo y su figura perfecta (cf. Lumen gentium, 63); para dar espacio a las mujeres y para ser generativa a través de una pastoral hecha de cuidado y solicitud, de paciencia y valentía materna”.
El Santo Padre reivindicó la necesidad de "mirar a las madres y a las mujeres para encontrar la paz, para escapar de las espirales de violencia y odio, y volver a tener miradas humanas y corazones que ven". En esta línea, recalcó que "toda sociedad necesita acoger el don de la mujer, de cada mujer: respetarla, cuidarla, valorarla, sabiendo que quien lastima a una mujer profana a Dios, nacido de mujer”.
En su sermón, Francisco puntualizó que “María, la mujer, así como fue decisiva en la plenitud del tiempo, también es determinante en la vida de cada uno; porque nadie mejor que la Madre conoce los tiempos y las urgencias de sus hijos”.
“Nos lo nuestra una vez más con otro “comienzo”, el primer signo realizado por Jesús en las bodas de Caná. Allí es precisamente María quien se da cuenta que falta el vino y se dirige a Él (cf. Jn 2,3). Son las necesidades de los hijos las que la mueven a ella, a la Madre, a pedirle a Jesús que intervenga. Y en Caná Jesús dice: «“Llenen de agua estas tinajas”.
Explayándose sobre el pasaje evangélico, declaró que “María, que conoce nuestras necesidades, apresura también para nosotros el desbordamiento de la gracia y lleva nuestras vidas hacia la plenitud”. Reconoció que “todos nosotros tenemos carencias, soledades, vacíos que necesitan ser colmados”.
“¿Quién puede hacerlo sino María, Madre de la plenitud? Cuando estamos tentados de encerrarnos en nosotros mismos, acudimos a ella; cuando no logramos desenredarnos de los nudos de la vida, buscamos refugio en ella. Nuestro tiempo, vacío de paz, necesita de una Madre que vuelva a reunir a la familia humana”.
Luego, llamó a mirar a María “para ser constructores de unidad, y hagámoslo con su creatividad de Madre, que cuida de sus hijos, los congrega y los consuela, escucha sus penas y enjuga sus lágrimas”. Asimismo, invitó a contemplar “el icono tan tierno de la Virgo lactans”, imagen procedente de la Abadía de Montevergine, al sur de Italia, y expuesta en la Basílica vaticana del 31 de diciembre de 2023 al 1 de enero de 2024. “Así es la mama”, dijo Francisco. “¡Con qué ternura nos cuida y está cerca de nosotros! Ella nos cuida y está cerca de nosotros”, añadió.
Al final de su predicación, el Papa incentivó a todo el Pueblo Fiel de Dios a confiar el nuevo año a la Santísima Virgen y a consagrarle nuestra vida.
“Ella, con ternura, sabrá revelar su plenitud; porque nos conducirá a Jesús, y Jesús es la plenitud del tiempo, de todo tiempo, de nuestro tiempo. En efecto, como se ha escrito, “no ha sido la plenitud del tiempo lo que hizo que fuera enviado el Hijo de Dios, sino al contrario, el envío del Hijo dio lugar a la plenitud del tiempo” (cf. M. Lutero, Vorlesung über den Galaterbrief 1516-1517, 18).
Extendió su sincero augurio de “que este año esté lleno de la consolación del Señor; que este año esté colmado de la ternura materna de María, la Santa Madre de Dios” y animó a todos a proclamar juntos, tres veces: ¡Santa María, Madre de Dios!