15 de diciembre de 2023.- (Vatican News / Camino Católico) Ha sido la figura de Juan Bautista, en su doble papel de "predicador de la conversión" y "profeta", la que ha inspirado la primera predicación de Adviento pronunciadao esta mañana por el Cardenal Raniero Cantalamessa en el Aula Pablo VI en presencia del Papa Francisco. La reflexión del predicador de la Casa Pontificia se ha centrado en el "Precursor", quien - considerando en particular el segundo aspecto de su misión – “inauguró la nueva profecía cristiana, que no consiste en anunciar una salvación futura, sino en revelar una presencia, la de Cristo en el mundo y en la historia".

Jesús, observa el cardenal capuchino, "está entre nosotros, está en el mundo", pero "incluso hoy, después de dos mil años, el mundo no lo reconoce". A este respecto, hay una pregunta de Jesús que siempre ha preocupado a los creyentes: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?". (Lc 18, 8). Son palabras que no se refieren a “su venida al fin del mundo”. De hecho, en los discursos escatológicos se entrelazan dos perspectivas: "la de la venida final de Cristo", pero también "la de su venida resucitado y glorificado por el Padre: su venida "con poder según el Espíritu de santidad, en virtud de la resurrección" (Rom 1, 4), como la define san Pablo". Y precisamente refiriéndose a esta venida según el Espíritu, el Señor puede decir: "No pasará esta generación antes de que todo esto suceda" (Mt 24, 34). Por eso la palabra de Jesús, subraya el predicador, "no interpela a nuestra posteridad, la que se encontrará viva en el momento de su regreso definitivo"; al contrario, "cuestiona a nuestros antepasados ​​y a nuestros contemporáneos, incluidos nosotros". Por eso la tarea profética de la Iglesia "será la misma que la de Juan Bautista, hasta el fin del mundo: sacudir a cada generación de la terrible distracción y ceguera que les impide reconocer y ver la luz del mundo”.

En tiempos de Juan, señala Cantalamessa, “el escándalo derivaba del cuerpo físico de Jesús; de su carne tan parecida a la nuestra, excepto el pecado”. Y "también hoy es su cuerpo, su carne la que escandaliza: su cuerpo místico, la Iglesia, tan parecida al resto de la humanidad, sin excluir siquiera el pecado". Por tanto, así como Juan Bautista "hizo reconocer a sus contemporáneos a Cristo bajo la humildad de la carne, así es necesario hoy hacerlo reconocer en la pobreza de la Iglesia y de la propia vida".

El cardenal habla de la nueva evangelización, que san Juan Pablo II definió como "nueva en fervor, nueva en métodos y nueva en expresiones". En este sentido, afirma Cantalamessa, Juan Bautista es maestro sobre todo en la primera de estas tres cosas: el fervor. «No es un gran teólogo, tiene una cristología muy rudimentaria. No conoce todavía los títulos más elevados de Jesús: Hijo de Dios, Verbo, ni siquiera el de Hijo del Hombre"; Además, utilice imágenes sencillas. Pero, a pesar de "la pobreza de su teología", tiene el mérito de conseguir "hacer sentir la grandeza y la unicidad de Cristo". Por eso "como Juan Bautista, todo el mundo puede ser evangelizador".

Aunque la tradición litúrgica y teológica ha recogido, sobre todo, la exclamación de Juan Bautista "¡he aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!", en realidad, sin embargo, éste sería sólo "la mitad de la exclamación profética de Juan" acerca de Cristo. También define a Jesús como "quien bautiza en el Espíritu Santo", es decir, que la salvación cristiana no es "sólo algo negativo, un 'quitar el pecado'", sino "sobre todo algo positivo: un 'dar', infundir vida". nueva vida del Espíritu. Un renacimiento."