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- Ángelus con el PAPA FRANCISCO - Domingo 13 de octubre de 2024

Comentando el pasaje del Evangelio de Marcos sobre el hombre rico que corre hacia Jesús para preguntarle cómo tener vida eterna, Francisco recordó que todos necesitamos la felicidad que no se encuentra en las riquezas sino en "arriesgarse" al amor de Dios, dándolo todo a los pobres y siguiéndolo.

La plenitud de la vida no se encuentra en las cosas materiales y en las seguridades terrenas sino en ser amados por Dios y en amar a los demás. Fue ésta en síntesis la reflexión del Papa en su alocución previa a la oración mariana del Ángelus del domingo 13 de octubre.

Como de costumbre, el Pontífice se asomó desde la ventana del Palacio Apostólico y, ante los peregrinos reunidos en una soleada la plaza de San Pedro, reflexionó sobre el Evangelio de la liturgia (Mc 10,17-30) que relata la historia de un hombre rico que corre al encuentro de Jesús y le pregunta qué debe hacer para heredar la vida eterna. Y Jesús – dice Francisco - lo invita a dejar todo y a seguirlo, pero el hombre, entristecido, se va, porque “era muy rico”.

Donar todo a los pobres y seguir a Jesús
En primer lugar, evidenció el Santo Padre, este hombre va corriendo adonde está Jesús. “Es como si algo en su corazón le impulsara: en efecto, a pesar de tener tantas riquezas, se siente insatisfecho, lleva dentro una inquietud, va en busca de una vida plena. Como hacen a menudo los enfermos y los endemoniados se postra a los pies del Maestro; es rico, y sin embargo necesita ser sanado”. Entonces, “Jesús lo mira con amor y le propone una ‘terapia’: vender todo lo que posee, darlo a los pobres y seguirlo. Pero, en este punto, llega una conclusión inesperada: ¡ese hombre pone cara triste y se va! Tan grande e impetuoso ha sido su deseo de conocer a Jesús, como fría y rápida ha sido su despedida de Él”.

También nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta está en la posesión de cosas materiales y seguridades terrenales. En cambio, Jesús quiere devolvernos a la verdad de nuestros deseos y hacernos descubrir que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y sólo Él puede darnos.
Arriesgarnos a amar
“La verdadera riqueza es que Él nos mire con amor, como hace Jesús con aquel hombre, y amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás”, subrayó Francisco. Por eso, Jesús nos invita a “arriesgarnos a amar”, a “despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo”. El Papa planteó entonces algunas preguntas para ayudarnos a discernir:

¿A qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo saciamos nuestra hambre de vida y de felicidad? ¿Sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza?

Y, finalmente, invitó a recordar:

La verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, sino ser amados por Dios y aprender a amar como Él.


El Pontífice recordó la dramática violencia que asfixia al país caribeño y obliga a huir a miles de personas e hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que "siga trabajando por la paz y la reconciliación".


“No olvidemos nunca a nuestros hermanos y hermanas haitianos”. Al término de la oración del Ángelus, el Papa Francisco se refirió al país caribeño, presa de la brutalidad y ferocidad de grupos armados que devastan la vida de la población inocente.

Sigo la dramática situación de Haití, donde continúa la violencia contra la población obligada a huir de sus hogares en busca de seguridad en otros sitios, dentro y fuera del país. No olvidemos nunca a nuestros hermanos y hermanas haitianos. Pido a todos que recen por el fin de todas las formas de violencia y con el compromiso de la comunidad internacional se siga trabajando en la construcción de la paz y la reconciliación en el país, defendiendo siempre la dignidad y los derechos de todos.

Hace tan sólo unos días, Human Rights Watch denunció la llegada a las baby gang de «cientos, si no miles» de niños acuciados por la pobreza y el hambre, explotados para el tráfico ilegal y víctimas de abusos de todo tipo por parte de grupos criminales sin escrúpulos. Por ello, HRW instó al gobierno de transición a proporcionarles protección y acceso a bienes y servicios esenciales.

Los niños son reclutados por grupos delictivos, que ahora controlan casi el 80% de la capital, Puerto Príncipe, tras la intensificación de las operaciones policiales, de las fuerzas multinacionales y locales. Según Unicef, unos 2,7 millones de personas, entre ellas medio millón de niños, se ven obligadas a vivir bajo el control de bandas que siguen causando cientos de muertos.


 

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